La respuesta corta es sí, yo creo que el principal problema de los españoles es el paro. Sin embargo, creo que, por una mezcla de desconocimiento en unos casos y cinismo en otros, muchos no creen que el principal problema de los españoles sea el paro.
¿Por qué muchas personas no creen de verdad que el principal problema de los españoles sea el paro?
El paro es un fenómeno complejo, con múltiples causas y consecuencias. Algunas de las causas más importantes del elevado desempleo español están relacionadas con el intrincado juego de equilibrios que es la política española.
En realidad, una parte no desdeñable del paro forma parte de las consecuencias de la forma de afrontamiento de muchos de los más importantes retos políticos. Se puede decir que muchos retos políticos forman parte de diversas categorías del «¿y qué hay de lo mío?» Mucha gente no es consciente del impacto en forma de paro que tiene que asumir España para satisfacer a tantos grupos y tan diversos que reclaman «lo suyo».
Existen muchos retos políticos que impactan con fuerza en el elevado desempleo estructural español, pero eso no es algo que se sepa últimamente. Se conoce desde hace muchos años, pero se ha dado preferencia a afrontar esos retos generando paro. Entre todos esos retos destacan tres:
El reto del grado de movilidad de personas y capitales
La movilidad de personas y capitales es, en general, beneficiosa en la lucha contra el desempleo. Internacionalmente se ha tomado cada día más conciencia de la necesidad de crear un marco regulatorio mucho más cercano entre diferentes países. Con ello se pretende facilitar el comercio internacional, pero también las inversiones. Quien invierte en un lugar diferente al que venía haciéndolo hasta ahora tiene unos costes de adaptación tanto menores cuanto más próximas sean las regulaciones.
La disminución del paro que genera el mayor grado de movilidad de capitales viene propiciada por la generación de empleo más allá del mero traslado. Se crean puestos de trabajo en lugares con condiciones idóneas que no serían posibles en el lugar de origen de los inversores. La aproximación regulatoria es el instrumento para hacer posible esa movilidad.
El problema es que con la mayor movilidad de capitales no solamente se produce una creación de puestos de trabajo que ayuda a reducir el desempleo, sino que también se produce un traslado de negocios. Aunque, en conjunto, el proceso cree renta y empleo, también redistribuye esa renta. Hay trabajadores, proveedores, clientes, socios y toda clase de colectivos afectados por el traslado de una parte de las inversiones. En ese proceso también hay perdedores que, lógicamente, se resisten.
Para estas personas que pierden, el paro no es el principal problema de los españoles, sino un mal necesario para evitar la pérdida de negocio en su entorno cercano. Es un mal necesario porque saben que, si no se quieren ver perjudicados, tienen que luchar contra las medidas concretas que propicien mayor movilidad de capitales.
Algo semejante pasa con la movilidad de personas. Las migraciones benefician a muchos trabajadores, ya que permiten un abanico más grande de oportunidades laborales y benefician incluso a los trabajadores locales del lugar de destino de las migraciones, fundamentalmente como consumidores. Las migraciones favorecen la lucha contra el desempleo al facilitar mejores emparejamientos entre oferta y demanda de trabajo.
Pero, otra vez, por encima de un determinado nivel de intensidad de las migraciones, el paro deja de ser el principal problema de los españoles, al menos para muchas personas que ven con recelo la emigración o la inmigración. Y los argumentos son de lo más variopinto. Van desde la xenofobia hasta otros más razonables como la fijación de la población a fin de conservar el entorno o el perjuicio personal que puedan tener algunas personas.
El reto del acceso a los mercados laborales
El incremento de requisitos para acceder a una determinada profesión, oficio o puesto concreto hace más probable un mayor desajuste entre lo que requieren las empresas, para dar cumplimiento a sus propios requisitos y a los legales, y lo que pueden ofrecer los trabajadores. De ahí que cuantos más requisitos de acceso existan más probable sea que se incremente el paro.
El problema es que, aunque se diga que el paro es el principal problema de los españoles, hay otros intereses en juego. Por un lado, algunos requisitos son una señal de calidad que aporta confianza al marco de las relaciones laborales y también confianza de los clientes en la calidad del trabajo desarrollado.
También hay un problema ligado a diversos tipos de inversiones. Modificar el marco de acceso a una determinada profesión, oficio o actividad empresarial puede poner en riesgo inversiones que creyeron que el marco se mantendría.
El marco de las relaciones laborales
Existe una dualidad en los mercados de trabajo, con trabajadores más y menos protegidos que tiende a generar desempleo. Con las condiciones de los más protegidos hay más trabajadores dispuestos a trabajar y menos empresas dispuestas a contratar. En definitiva, esa brecha es paro. El aliviadero de esa brecha es la existencia de mil oportunidades precarias de empleo.
¿Se podría evolucionar hacia un marco de relaciones laborales más equilibrado? Sí, pero casi inevitablemente los trabajadores más protegidos saldrían perjudicados. Y los sindicatos, aunque defiendan a todos los trabajadores, incluyendo los que se encuentran en paro, tienen a los trabajadores más protegidos como su principal objetivo a defender.
Por otro lado, los propios trabajadores más desprotegidos aspiran algún día a poder participar en el «lado bueno» del mercado laboral. Son los más mayores los que disfrutan de mejor posición. Van pasando los años y los que en un tiempo eran más jóvenes, dejan de tener tantos incentivos por mejorar las condiciones de acceso de los más jóvenes a los mercados de trabajo.
¿Se pueden plantear soluciones que puedan beneficiar la entrada de trabajadores a los mercados de trabajo sin perjudicar a los más protegidos? Creo que sería posible, pero exigiría miles de negociaciones para las que ni las organizaciones patronales, ni los sindicatos, ni los partidos políticos están suficientemente preparados.
Se requeriría analizar sector por sector, convenio por convenio, cómo mejorar las condiciones del sector, distribuyendo las ganancias entre los empresarios, los trabajadores más protegidos por otro y los trabajadores con empleos precarios por otro, teniendo además en cuenta los efectos sobre los intereses de los consumidores y demás sectores afectados, por los que todo gobierno debe velar.
En definitiva, se trataría de afrontar la vertiente laboral del reto organizacional de las empresas. Es un reto complejo que implica decisiones empresariales, aspectos relacionados con la competencia, una importante vertiente formativa, implicaciones en la mejora de los procesos de conciliación de la vida laboral y personal, consecuencias sobre las inversiones, repercusiones en los consumidores…
Por desgracia ese proceso es muy complejo y, siendo realistas, es probable que las negociaciones laborales den algunos resultados en los próximos años, pero que muy probablemente sean insuficientes.
Un ejemplo puede servir para entender la situación. El proceso de trasformación digital de las empresas supondrá importantes cambios organizativos que tendrán un importante impacto en las relaciones laborales.
Seguramente, las negociaciones laborales contribuirán a hacer más provechoso ese proceso para todas las partes. Pero tengo mis serias dudas de que los compromisos entre sindicatos de trabajadores, organizaciones patronales y gobiernos ayuden todo lo que podrían a que se extraigan todas las ventajas potenciales del proceso de forma rápida y sencilla.
Eso mismo que pasa con el proceso de transformación digital pasa con muchas facetas que afectan a la realidad empresarial y, por tanto, a la laboral. Exigen realizar cambios y los perjudicados por esos cambios plantean su resistencia, a menos de que se les compense. Pero esa compensación no es, en muchas ocasiones, sencilla sin afectar a los intereses de otros grupos. De ahí lo complicado de las negociaciones.
No todas las causas del paro son políticas, pero resolver las políticas disminuiría enormemente el problema del elevado desempleo estructural español. Sin embargo, hay que ser conscientes de que el juego de equilibrios es muy complejo y que, en muchas ocasiones, priman otros intereses sobre el interés de luchar contra el desempleo.
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