En los últimos días se está planteando cada vez con más fuerza la posibilidad de que Europa rechace llegar a un acuerdo para la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por sus siglas en inglés). ¿Qué consecuencias tendría rechazar el TTIP?
Antecedentes del TTIP
Los críticos del acuerdo para llegar al TTIP argumentan que este acuerdo sería nocivo para aspectos como las condiciones laborales de los trabajadores, la protección de la salud y la sostenibilidad ambiental, entre otros aspectos importantes.
Pero esa durísima acusación choca contra un muro: todavía no se conocen los términos del acuerdo. Sabemos que entre los diversos objetivos del TTIP debe haber uno muy importante, que iría encaminado a la reducción de las denominadas barreras no arancelarias.
Las barreras no arancelarias son fundamentalmente requisitos específicos que establecen las regulaciones nacionales para poder producir un determinado bien o servicio. Por ejemplo, se puede exigir a un determinado producto pasar por pruebas que muestren que no parece nocivo para la salud, para el medio ambiente, etc. En otros casos son requerimientos técnicos, estándares, controles de calidad. E incluso determinadas formas de etiquetado, denominación, etc. pueden constituir una barrera no arancelaria.
Digamos que esos requisitos son las «reglas del juego» de la producción de bienes y servicios, reglas que miran por los intereses de las distintas partes, incluso aquellos terceros que se podrían ver afectados por externalidades.
Entre los objetivos del TTIP está que esas «reglas del juego» sean las mismas en todas partes del mundo. Utilizarían el pacto entre EEUU y la UE como vía para el establecimiento de unos estándares comunes a los que luego se adherirían empresas radicadas en países no firmantes. Para muchas empresas radicadas en países no firmantes puede ser ventajoso producir cumpliendo esas reglas, que podrían ser consideradas unos estándares mundialmente aceptados.
Pero, a diferencia de Europa, EEUU está jugando con dos barajas, ya que paralelamente está negociando el TPP, el acuerdo transpacífico. En ese acuerdo podrían participar importantes economías como la japonesa, la australiana, la mexicana, la peruana, la canadiense, la vietnamita, la de Singapur o la de Malasia, entre otras.
¿Qué puede suceder si se rechaza el TTIP?
Que el TTIP sea rechazado por la UE no significa que no sea conveniente crear un sistema de estándares internacionales que unifique mundialmente las condiciones para producir y acceder a los mercados.
Lo que es probable es que se produzca un protagonismo menor de la UE en la configuración de esos estándares internacionales. El protagonismo en ese proceso giraría desde un protagonismo compartido por el grupo de países que están tratando de llegar a ambos acuerdos (TTIP y TPP) a un protagonismo exclusivo de los países del Pacífico, especialmente EEUU.
La UE habría perdido la mejor ocasión para defender aquellas posturas que creyese pertinentes para defender intereses concretos. Si queremos primar determinados sistemas de garantía de protección a la salud, la sostenibilidad ambiental, las condiciones laborales, la seguridad y el desarrollo de las libertades individuales y otras muchas otras cuestiones importantes debemos sentarnos en una mesa de negociación y llegar a acuerdos.
Si no se sale de esa mesa con un acuerdo mínimamente ambicioso, cada país o bloque de países actuará por su cuenta. Es evidente que hay asuntos que requieren de un acuerdo amplio. El ejemplo más claro es el cambio climático. ¿De qué serviría una legislación muy restrictiva de las condiciones de producción que puedan afectar al cambio climático si en el resto de mundo se camina en la dirección opuesta?
Si otros actores internacionales deciden los nuevos estándares de la producción y el comercio, Europa se quedará sin voz, pero los supuestos perjuicios serán muy semejantes. Los perjuicios serán muy semejantes porque en el mundo actual resulta irrisorio hablar de las «condiciones de los productos europeos».
Por ejemplo, cuando un amigo le regala una lechuga que ha plantado en su huerto particular habrá empleado fertilizantes, pesticidas, semillas, tierra vegetal, etc. ¿Son todos locales? Lo más probable es que, aun en la huerta de su vecino, exista una huella que viene de todas las partes del mundo.
Puede que algunos de esos insumos sean producidos con las técnicas que se critican desde Europa. Renunciar al TTIP es renunciar a la capacidad de influir sobre las condiciones de fabricación de los insumos que se utilizan en la producción de esos productos que llamamos europeos. Simplemente, piense la próxima vez que tome un yogur o un medicamento, por poner solamente dos ejemplos, si todos los componentes son «europeos».
La solución es cerrar las puertas del mercado europeo a todo insumo que no cumpla las normas o a todo producto cuyos insumos no cumplan las normas. Pero no es tan sencillo. Europa no es autosuficiente y necesita de insumos exteriores para la mayoría de sus productos. Si se crean unos estándares internacionales alternativos a las condiciones exigidas en Europa, gran parte de la producción mundial de esos insumos se desviaría hacia esos mercados que convergen en regulación, porque el coste de adaptarse a esos requerimientos sería menor.
Al haber terceras partes con las que comerciar en mejores condiciones, los productores de esos insumos cada vez mirarían menos hacia Europa. Se elevarían los costes de producción de los insumos que tienen como destino empresas europeas, sobre todo en los casos de fabricación por lotes, porque el lote europeo sería cada vez más pequeño y menos atractivo frente al de los mercados con requisitos que convergen.
Lo que es probable es que, para evitar el encarecimiento de los insumos provenientes del exterior de la UE y el posible desabastecimiento, se relajasen las condiciones de acceso de esos insumos. En la práctica eso supondría aceptar, por la puerta de atrás, unos estándares impuestos. No se produciría en Europa conforme a esos estándares en aquellos aspectos en los que esos nuevos estándares internacionales pudiesen resultar controvertidos, pero la UE se vería obligada a aceptar insumos producidos bajo los nuevos estándares internacionales. Es decir, los posibles efectos perjudiciales serían semejantes.
Por otro lado, conviene tener muy presente que el TTIP es un acuerdo muy amplio y complejo. Afecta a muchas materias y la UE no es la dueña y señora de la verdad. Quizá, en algunos casos concretos, los mecanismos de protección de la salud, de la sostenibilidad ambiental o de las condiciones de los trabajadores que proponen otros países puedan tener más beneficios que perjuicios. Habría que analizar cada caso.
Y las pymes europeas saldrían perdiendo, porque el TTIP es una excelente oportunidad para su internacionalización. En muchas ocasiones no pueden competir con la gran empresa porque los costes de adaptar sus requerimientos a una legislación diferente en cada país pueden ser muy elevados.
El TTIP pretende alcanzar un marco convergente en el que se desarrollarían esas actividades. Las pymes podrían saber mejor a qué atenerse y aprovechar las oportunidades del mercado exterior. Eso es muy importante porque cada requisito es un coste adicional de adaptación, son inversiones y gastos que hay que realizar para acceder al mercado que impone un requisito diferente.
Una tendencia a la unificación de requisitos sería una excelente oportunidad para que las pymes pudiesen producir de la misma manera para un mercado mundial, con adaptaciones a las necesidades de cada lugar que serían menos costosas. Eliminar o reducir barreras no arancelarias es, primordialmente, una forma de reducir los costes de acceso de las pymes a mercados internacionales y, de esta manera, una forma de que las pymes crezcan y obtengan una mayor productividad laboral, lo que redundaría en un mejor salario y unas mejores condiciones laborales para millones de trabajadores.
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