Cómo elegir carrera (I): ¿la que más me guste?


En esta época del año, son muchos los estudiantes que se enfrentan a la decisión final de una elección que será importante para sus vidas: elegir carrera. Con esta entrada inicio una serie en la que analizaré algunos de los determinantes principales de esa decisión. Detengámonos, en primer lugar, en qué supone estudiar la carrera que más nos gusta.

¿Hasta qué punto se puede saber si una carrera nos gusta o no?

Como regla general, estudiar una carrera supone asomarse a lo desconocido. Es posible matricularse en una con el fin de ir aprobando exámenes de materias que uno ya conoce por otros medios y, de este modo, obtener una titulación oficial. No obstante, salvo en el caso de haber estudiado previamente una carrera afín, es raro conocer en detalle una carrera antes de empezarla.

A falta del conocimiento que proporciona la experiencia, sí que se puede reflexionar sobre algunos aspectos. En primer lugar, podemos saber si nos atrae el campo de estudio de la carrera. Si trata sobre un tema que nos suscite mucho interés es bastante probable que termine gustándonos.

No obstante, en este caso conviene ser benevolentes con las carreras que barajemos estudiar. La razón es que probablemente, si no tenemos una experiencia previa sobre el tema, la carrera tenga un campo de estudio y unas aplicaciones más amplias de lo que cabría esperar. No se debe descartar que, al final, precisamente nos acaben gustando las asignaturas que, en principio, nos eran desconocidas.

El segundo aspecto importante para saber si nos gustará la carrera es conocer cómo se estudia, qué métodos emplea. Ya en la época preuniversitaria, el alumno puede aproximarse a saberlo. Puede formar un criterio de si le gusta el razonamiento y cálculo matemático, el uso de la palabra, el pensamiento, el trabajo de laboratorio, el esfuerzo deportivo, el trabajo manual, etc.

Pero, en este caso, hay que ser muy conscientes de que existe un salto entre lo que parece en el mundo preuniversitario y la experiencia universitaria. Por ejemplo, consideremos las matemáticas. En la universidad se proveen más conocimientos, nuevas herramientas para manejarnos mejor con el razonamiento y el cálculo matemáticos. Eso debe hacer más sencillo afrontar los retos académicos donde se haga uso de ellas. Poco a poco, a medida que tenemos más conocimientos de un determinado ámbito, se hace más grato y sencillo comprenderlo.

No obstante, cada uno debe sopesar si le va a gustar o no ir adquiriendo nuevos conocimientos en ese campo. Dependiendo de nuestras propias características, nos puede costar más o menos y los beneficios de alcanzar un grado superior de comprensión pueden ser unos u otros.

En tercer lugar, debe analizarse la finalidad de los estudios. En definitiva, se trata de comprender qué podremos hacer una vez terminada la carrera que no podamos hacer antes de empezarla. Hay que plantearse cómo nos cambia la vida y qué papel tienen en la sociedad los titulados en esa carrera.

Sin embargo, no debemos olvidar que una carrera no es un monolito. Es un invento humano en el que existen diferentes visiones de para qué debe servir esa carrera que, además, evolucionan con el tiempo. Normalmente, suele haber distintos colectivos que no ven de la misma manera el papel que deben tener en la sociedad los titulados en una determinada carrera.

La importancia de la motivación

La motivación es muy importante en muchos momentos y actividades de la vida. El laboral y el escolar son dos de los más importantes. Cuanto más nos guste una carrera, menos nos costará esforzarnos en estudiarla.

Además, lo más probable es que la mejor motivación del estudiante que cursa una carrera que le gusta se traduzca en una menor probabilidad de abandonar los estudios, en la necesidad de menos tiempo para terminarla y en mejores calificaciones.

Incluso las relaciones humanas con otros compañeros, profesores y demás miembros de la comunidad educativa pueden ser más fructíferas. Las personas involucradas en tareas que les gustan tienden a tener mejor talante, lo que suele favorecer que la comunicación con los otros sea más provechosa.

¿Merece la pena estudiar algo diferente a lo que más nos gusta?

En primer lugar, hay que considerar que es posible que nos gusten varias carreras. Además, como decía al principio, no olvidemos que es probable que desconozcamos muchos aspectos necesarios para saber si nos gustará una carrera y hasta qué punto lo va a hacer.

 Una de las muchas razones por las que se estudia una carrera (da igual cuál sea) es aprender a sobreponerse a las dificultades, mejorar la capacidad de superar retos y de mantener los problemas bajo control. No obstante, no olvidemos que esta habilidad se puede ir adquiriendo por otras vías diferentes a la de estudiar una carrera universitaria.

Lo que sí está claro es que es muy importante en muchos ámbitos, entre ellos el laboral, ya que existe una tendencia a que los trabajadores se encarguen de un número creciente de tareas y los que saben enfocar bien aquellas que, en principio, menos les gustan pueden alcanzar una mayor productividad y obtener un mayor grado de satisfacción con su trabajo.

En ese sentido, es conveniente que el estudiante que esté pensando elegir una carrera que no esté dentro de las que, en principio, más le gustan se plantee hasta qué punto será capaz de convertir sus estudios en una actividad gratificante, que compense, y no solamente en el largo plazo, sino también mientras la estudia.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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2 respuestas a Cómo elegir carrera (I): ¿la que más me guste?

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