Las empresas deben buscar continuamente la mejor adaptación al entorno y deben saber aportar al mercado nuevas soluciones que mejoren lo existente. Eso implica importantes dosis de creatividad. Pero, ¿está reñida la creatividad con la organización de los procesos?
La organización de los procesos
Vista desde fuera, una empresa se puede percibir como un instrumento capaz de transformar factores de producción en productos. Si la observamos desde dentro, la clave reside en cómo organizar todos esos factores de producción. Toda actividad se organiza de alguna manera. Los recursos de los que se dispone se asignan siempre de alguna determinada forma. Sin organización no hay procesos.
Pero cuando decimos que algo «está organizado» nos referimos la mayoría de las veces a una asignación de los recursos con una cierta fijeza en el tiempo. Nos referimos a una planificación de los procesos que se orienta a su repetición en ocasiones sucesivas y a un control de que se sigue siempre el camino que se considera bien marcado.
Organizarse implica generalmente realizar continuadamente las tareas de una forma semejante y conforme a planes trazados con tiempo.
¿Por dónde podría venir la discrepancia entre organizarse y ser creativo?
Teóricamente organizarse demasiado nos introduce en moldes rígidos. Se acaba haciendo siempre las mismas cosas de la misma manera. ¿Y si surge un imprevisto o una oportunidad? ¿Tendríamos capacidad de respuesta?
A responder ante situaciones imprevistas, e incluso imprevisibles y novedosas, se aprende. A través del tiempo y de la práctica, se van desarrollando destrezas que mejoran nuestra capacidad, la de todo el equipo de la empresa, para resolver los inconvenientes que implica salirse del camino trazado y aprovechar todas las oportunidades.
El control es una actividad clave en ese proceso, ya que se centra en el examen de las discrepancias entre lo previsto y lo sucedido, pero, sobre todo, en la proposición de medidas de corrección, de cambio de los planes, para adaptar las decisiones de la empresa.
¿Qué margen hay para la creatividad en empresas muy organizadas?
Muchísimo. En primer lugar, existe una forma de creatividad que consiste en la depuración continua de los procesos. Se realiza siempre el proceso de la misma forma, pero en cada ocasión se busca mejorar algún pequeño aspecto que se observa que es mejorable.
Se puede decir que para producir hay que ensayar cómo producir y que la propia actividad productiva es el mejor ensayo para futuras ocasiones. Es la base del aprendizaje mediante la práctica y de la mejora continua de los procesos.
En segundo lugar, incluso cuando no se introducen pequeñas novedades en los procesos es posible aprender de los errores. No es infrecuente que las empresas continúen realizando acciones que no acaban de funcionar bien porque los costes del cambio son demasiado elevados como para que compense realizarlo.
Se van poco a poco acumulando errores, ineficiencias, fases mejorables del proceso… Y también la empresa va acumulando un conocimiento muy importante sobre todo lo que falla.
Esa sucesión de pequeños fracasos, que puede poner en peligro la actividad, puede ser la mejor enseñanza para mejorar el proceso y el producto. Las innovaciones más radicales surgen con frecuencia como respuestas a todo lo que falla en un proceso.
Pero sin una cierta fijeza en los procesos es enormemente complicado ser creativos. La depuración y la ruptura con la forma en la que está concebido un proceso están habitualmente basadas en la experiencia que proviene de organizar repetidamente una actividad si no de la misma forma si, al menos, de una forma semejante.
Creatividad y organización no son contradictorias, sino todo lo contrario. Muchas empresas cometen el error de probar demasiados cambios, sin una cierta vocación de estabilidad. Esa visión puede aportar creatividad, pero no siempre la dirige adecuadamente.