Estos días se habla mucho de incertidumbre política. Pero la cuestión es qué es la incertidumbre política, o más bien podríamos decir la incertidumbre de fuente política.
Los distintos agentes económicos se enfrentan continuamente a la toma de decisiones. Toman decisiones las empresas, los trabajadores, los consumidores, los funcionarios, los políticos, los ahorradores, los inversores, ….
Algunas de las decisiones son decisiones de tipo cotidiano, pero también hay decisiones que implican enfrentarse al futuro, planificar un trayecto para conseguir un resultado, para minimizar una pérdida, para reducir o incrementar los riesgos.
La valoración de las decisiones depende de forma crítica de los resultados esperados de cada una de las acciones que podamos tomar. Por ejemplo, los ahorradores deciden colocar sus ahorros en un determinado instrumento financiero en función de sus preferencias y de la disponibilidad de alternativas, pero también de las expectativas sobre los riesgos y rendimientos que puedan tener con cada una de las alternativas.
Cuando nos enfrentamos a diferentes alternativas, en este tipo de decisiones habitualmente existe un cierto grado de aleatoriedad en los resultados. Es decir, si nos enfrentásemos a tomar miles de veces la misma decisión, obtendríamos resultados diferentes. Habría un resultado que podríamos decir que es el resultado esperado y, en torno a él, habría resultados fruto de nuestra decisión que unas veces sería mejor de lo esperable y otras peor de lo esperable. Lo que se pudiese apartar el resultado que finalmente sucediese de lo esperado dependería del riesgo de nuestra decisión.
Un ejemplo lo podemos observar en la elección de una ruta con destino al trabajo. Imaginemos que podemos ir por dos lugares diferentes. Se puede repetir todos los días laborables, pero los resultados cada día serán diferentes (unos días el tráfico será más fluido y otros habrá atascos).
Lógicamente también podríamos decidir ir unos días por una ruta y otros por otra. Lo podríamos hacer de forma caprichosa, pero si dispusiésemos de mayor información quizá nos podríamos evitar muchos atascos. Por ejemplo, podemos informarnos del estado del tráfico un tiempo antes de salir y emplear esa información para prever qué ruta es más probable que nos brinde un viaje más tranquilo ese día.
Ahora, podemos imaginar que pasaría si no tuviésemos acceso a esa información. No sabríamos lo probable que es que un itinerario sea mejor que el otro. Quizá podamos saber cuáles pueden ser las consecuencias del mal estado del tráfico en uno u otro itinerario, pero no tenemos información para valorar cuál es la probabilidad de tener un atasco en una u otra ruta.
La política tiene dos elementos fundamentales que influyen en nuestras decisiones. Por un lado, nuestros actos y los de las personas que se relacionan con nosotros, incluso los meros hechos en los que no interviene la voluntad humana, pueden tener asociados unas consecuencias jurídicas establecidas por la ley.
Cuando tomamos una decisión valoramos lo probable que es tener unos u otros resultados. Pero para saber los resultados que se puedan derivar de nuestras acciones debemos saber cuáles son las consecuencias jurídicas que se puedan derivar de nuestros actos.
Una primera fuente de incertidumbre política es la de no saber cuáles puedan ser las consecuencias jurídicas de nuestros actos, o de meros hechos relacionados con nosotros, pero sobre los que podamos influir de alguna manera. La incertidumbre política se derivaría de no saber cuál va a ser la dirección que va a tomar la ley en un momento dado del tiempo.
Es muy importante tener en cuenta que, aunque las leyes cambian, muchos de los cambios son previsibles en función de una evolución que ya se tenía en cuenta al tomar la decisión. Un ejemplo muy claro de ello son los procesos de armonización internacional de muchas regulaciones, por ejemplo, por la pertenencia a organismos internacionales.
Existe también una falsa certidumbre, que es la que se manifiesta en un convencimiento de que las leyes no van a cambiar, cuando finalmente cambian, o que las leyes van a cambiar en un determinado sentido, cuando acaban no cambiando o cambiando en un sentido diferente.
La segunda fuente de incertidumbre política son los cambios imprevisibles en la dirección del gobierno. El gobierno, como organismo director de la actividad administrativa, tiene una capacidad para intervenir de diferentes formas en los mercados.
En ese sentido, los gobiernos tienden a generar expectativas acerca de cómo será esa intervención, la incertidumbre política surge cuando no se tiene una idea de cómo puede ser esa intervención.
La incertidumbre política se asocia a la pérdida de información que haga que nuestras decisiones sean más complicadas de tomar.
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