Estoy convencido de que la discusión sobre cuál fue el origen de la crisis que estamos tratando de dejar atrás llevará muchas décadas de debates profundos. Pero, no obstante, les daré mi propia opinión sobre la causa profunda que estuvo en el origen de la crisis. Pienso que el origen de la crisis es más real que financiero. Creo que la crisis se hubiese dado, quizá de otra forma, sin los importantes problemas del sistema financiero internacional, y también creo que en la raíz de los desequilibrios financieros hay razones reales muy profundas, en buena medida relacionadas con las materias primas y la energía y también con la evolución de la productividad y el cambio tecnológico.
En los años previos a la crisis sucedieron muchas cosas. Una de las más destacables es el incremento del precio del petróleo, que llega a superar los 100$ por barril e incluso a rozar los 150$. Pero, además, se produce un incremento importante de los precios de los alimentos, de otras materias primas vegetales y animales y del precio de materias primas minerales. Existían razones para un incremento de la demanda de materias primas como la bonanza de los países más desarrollados, el fuerte crecimiento de los países emergentes o la mayor demanda de determinadas materias primas vegetales para la elaboración de biocombustibles.
Teóricamente, que existan razones para que se eleve la demanda no significa que tenga que elevarse el precio. En primer lugar, se podrían haber producido incrementos de la oferta en muchos ámbitos. Ejemplos de ello serían las mejoras de las tierras cultivadas, la búsqueda de nuevas tierras cultivables, el descubrimiento de nuevas minas o pozos de petróleo, la utilización de productos químicos para incrementar la productividad de la tierra, etc. Sin embargo, esas vías tienen el grave inconveniente de que no siempre son todo lo sostenibles que quisiéramos. De hecho, muchas de ellas pueden dañar gravemente el medio ambiente. Otra posibilidad es que se hubiese producido una sustitución de aquellas materias primas que más se encarecen por aquellas con mejores posibilidades de crecimiento de su oferta y que se puedan emplear como sustitutas. Pero, en circunstancias de este tipo, se suelen producir mejoras tecnológicas que conducen a que la materia prima encarecida sea menos necesaria, favoreciendo que la demanda no aumente tanto. Un ejemplo de ello puede ser la reducción del consumo de combustible de los automóviles.
Cuando se produce un encarecimiento de las materias primas y de la energía se produce un encarecimiento de los costes de las empresas. Eso implica que, para producir una determinada cantidad, las empresas exijan mayores precios. Es decir, a unos mismos precios, se puede producir menos que antes, se reduce la oferta.
El encarecimiento de materias primas y energía no afecta por igual a todos los países. Hay países que consumen más de lo que producen (consumidores netos) y otros que producen más de lo que consumen (productores netos). El incremento del precio de las materias primas produjo un desequilibrio en la balanza por cuenta corriente de diversos países. Los productores netos vieron como se encarecían sustancialmente sus exportaciones, lo que les llevaba a incrementar su capacidad de financiar a terceros países o a reducir la necesidad de financiarse en el exterior. Los consumidores netos vieron como se encarecían sus importaciones, lo que incrementaba su necesidad de financiarse en el exterior o dificultaba su capacidad de financiar a terceros países.
Algunos de los países que más demandaban materias primas del exterior se convierten en países con cifras importantes de déficit en su balanza por cuenta corriente, que además se sostienen de forma duradera en el tiempo. Esa mayor demanda se ve condicionada por diversos factores, pero entre ellos destaca la disponibilidad de esas materias primas encarecidas en el interior del país y, sobre todo, la coyuntura económica. Los países que atravesaban, en el período previo a la crisis, una coyuntura más favorable y eran más dependientes del exterior para la adquisición de materias primas tendieron a endeudarse más.
Aquí entra en juego el sistema financiero internacional. Puede argumentarse, no sin una parte de razón, que se financiaron deudas excesivas garantizadas por inmuebles y otros activos con una valoración «hinchada». Pero no es complicado imaginarnos que hubiese pasado si no hubiese existido esa financiación para esos países. Es lo que sucedió tan pronto como afloró la incertidumbre en el sistema financiero internacional. Se redujo sustancialmente la demanda de materias primas y energía y se aliviaron las presiones sobre los precios. Así, por ejemplo, el precio del petróleo comenzó a bajar. Es cierto que la especulación ha amplificado los movimientos de los precios, pero la tendencia es clara. A la misma vez se produce una crisis. Los países consumidores netos no disponen de materias primas y energía suficientes como para producir lo que venían produciendo y los países productores netos sufren la caída de la demanda internacional, fruto de la crisis. Es importante tener en cuenta que las dificultades de financiación se trasladaron no solamente a las materias primas y la energía, sino también a otras áreas, como a la inversión en bienes de equipo. Creo que la disminución de la inversión en bienes de equipo, y la pérdida de capacidad productiva asociada, ha sido la consecuencia financiera más importante de la crisis y causa de un importante desempleo.
De no haberse financiado importantes cifras de déficit en los países marcadamente consumidores de materias primas en términos netos, la crisis puede que hubiese sido diferente, pero difícilmente se podría haber evitado. Estos países hubiesen vivido antes una situación semejante a la que vivieron después.
Opino que la verdadera razón del desequilibrio es la incapacidad de muchos países para ser más competitivos a través del crecimiento de la productividad. Es especialmente preocupante el bajo crecimiento de la productividad en muchos países de la Europa continental que, en general, son bastante dependientes de los precios de las materias primas y la energía. Si la productividad hubiese crecido más, se hubiese podido producir (y exportar) más con los mismo recursos, con lo que se hubiesen originado menores necesidades de financiación en los países donde mayores deudas se han acumulado, y el desequilibrio hubiese sido menor. Por supuesto, los desequilibrios en las balanzas de pagos están afectados por muchos otros factores, como por poner dos ejemplos, la preferencia históricamente alta de Alemania por el ahorro o la atracción que produce EEUU como destino de los ahorros de inversores de todo el mundo. Sin embargo, ese desequilibrio real, que ha producido un largo período de bajo crecimiento de la productividad en muchos países, está en el origen de la crisis. Y también está en el origen de la crisis la incapacidad para generar soluciones tecnológicas al reto de la mayor demanda de materias primas y energía, que hubiesen hecho posible producir de otra manera, con una menor demanda de materias primas y energía, o alternativamente soluciones que hubiesen encontrado la manera sostenible de producir mayores cantidades de materias primas y energía.
Las crisis en el sistema financiero no se suelen producir sin una causa real subyacente. Tampoco es sencillo que se produzcan solamente por la especulación. La especulación suele ir a favor de corriente, amplificando y anticipando movimientos. Es indudable que el sistema financiero ha fallado en muchos aspectos, que ha condicionado el desarrollo de la crisis y que conviene reflexionar sobre el futuro de su regulación. Sin embargo, creo que, aun con un sistema financiero que no hubiese fallado, la crisis se hubiese producido.
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