¿De qué depende el consumo? Esa es una pregunta largamente repetida a lo largo de la Historia del Pensamiento Económico, incluso antes del nacimiento de la Economía. La aportación de John Maynard Keynes ha contribuido mucho a dicho debate, por sus críticas y por sus defensores posteriores. Las teorías Keynesianas del consumo parten de que el consumo depende de la renta disponible del período.
El consumo tendría una parte que depende de esa renta disponible del período y otra parte autónoma. El consumo autónomo sería el consumo que se tendría si la renta disponible del período fuese cero. Imaginemos que una persona se dedica al campo. En un determinado período ha sido incapaz de generar renta porque ha perdido toda su cosecha por una catástrofe. Alguna cantidad tendrá que consumir. El consumo autónomo manifestaría ese mínimo consumo, que en todo caso es indispensable para la supervivencia. El consumo autónomo dependerá de otras fuentes distintas a la renta disponible del período como, por poner un ejemplo, los ahorros acumulados. Así, ante un mal año, nuestro agricultor podría desahorrar una parte de lo ahorrado, podría endeudarse.
Pero supongamos que el individuo obtiene una cierta renta durante el período. Cada una de las sucesivas unidades de renta disponible se divide en dos proporciones, una que consume y otra que ahorra, denominadas respectivamente proporción marginal al consumo y proporción marginal al ahorro. Se denominan marginales porque, como en otros conceptos en los que se utiliza el término marginal en Economía, reflejarían lo que sucede con cada unidad adicional, en este caso de renta disponible. Dado que la renta o se consumo o se ahorra, la proporción marginal al ahorro puede ser vista como uno menos la proporción marginal al consumo (si se calcula en tanto por uno), o cien menos la propensión marginal al consumo (si se calcula en tanto por ciento). Se supone que esas proporciones marginales al consumo y al ahorro son fijas, es decir, a medida que se va obteniendo más renta, las proporciones de esa renta adicional que van destinadas al consumo y al ahorro no varían. Se supone que la propensión marginal al consumo está entre el 0% y el 100%. Que la propensión marginal al consumo sea positiva implica que se consume más a medida que se tiene más renta. Que la propensión marginal al consumo sea inferior al 100% implica que, ante un aumento de la renta, siempre hay una parte que se ahorra.

Gráfico 1. En este gráfico podemos ver cómo sería una función de consumo keynesiana (la recta negra). La bisectriz azul marca los puntos en los que el consumo es igual a la renta. En los puntos de la función de consumo situados por encima de la bisectriz azul, la propensión media al consumo es inferior a la unidad. En los puntos situados por debajo de la bisectriz azul, la propensión media al consumo es superior a la unidad.
En el gráfico 1 vemos cómo sería una función de consumo keynesiana. En ella podemos ver qué pasaría con la propensión media al consumo. A lo largo de la bisectriz coloreada de azul la renta es igual al consumo. Es decir, la proporción de la renta disponible dedicada al consumo, la llamada propensión media al consumo, es el 100%. Imaginemos que la renta disponible del período es cada vez menor. A medida que va siendo cada vez menor la renta disponible, la proporción de la renta disponible dedicada al consumo va siendo cada vez mayor, se va acercando al infinito a medida que la renta disponible se acerca al cero. Imaginemos ahora que partimos de una renta disponible en el período de cero. A medida que va aumentando la renta disponible del período, va cayendo esa proporción, en la medida que una parte de la renta va destinada al ahorro. El área roja nos va representando una brecha de desahorro entre consumo y renta disponible del período que se va cerrando a medida que crece la renta. En el punto en el que la bisectriz corta la función de consumo keynesiana, el consumo será igual a la renta, es decir, la propensión media al consumo es del 100% y se cierra esa brecha de desahorro, a partir de ese nivel de renta se comenzaría a ahorrar. Cuando la renta disponible del período crece por encima de ese punto, la propensión media al consumo es inferior al 100% y va cayendo a medida que crece la renta disponible del período. Es decir, la propensión media al consumo decrece a medida que crece la renta.
Un aspecto muy importante es que esta función de consumo no depende de la renta, sino de la renta disponible. Es decir, hay que tener en cuenta las operaciones de redistribución. La más importante es la originada por el Estado. Por un lado, el Estado detrae en forma de tributos una parte de la renta que generan los individuos, renta que generan esos individuos pero que no pueden consumir ellos mismos. Por otro lado, el Estado realiza transferencias de renta entre individuos. Por ejemplo, las pensiones públicas no se obtienen a partir de renta generada por ese mismo individuo a lo largo del período, sino por otros individuos.
La pregunta fundamental es si las variaciones que sufre la renta disponible de un período a otro son la explicación principal de las variaciones en el consumo. Si así fuese, el agricultor de nuestro ejemplo, en los años buenos tendería a consumir más que en los años malos. Sin embargo, tiene cierta lógica pensar que al agricultor de nuestro ejemplo le interese tener un consumo lo más igualado posible de unos períodos a otros. En ese caso parece que lo lógico es que en los años buenos consumiese menos de lo previsto por la función de consumo keynesiana. De todos modos, puede tener una cierta lógica que en años buenos se consuma un poco más de lo esperable. Sería algo así como lo que sucede con aquellos a quienes les toca la lotería. Lo normal no es que consuman una proporción de su premio semejante a lo predicho por la teoría keynesiana, pero parece normal que consuma algo más de lo que consumirá en años sucesivos el año que obtiene el premio.
También hay una cierta carencia de la teoría keynesiana del consumo a lo hora de explicar los otros factores que puedan afectar al consumo, como por ejemplo, la riqueza o, incluso, los tipos de interés. Parece lógico que la riqueza, es decir, el patrimonio acumulado, pueda hacer que varíe el consumo, en particular las variaciones en la riqueza de un período a otro.
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Más claro imposible!!! Muy buen post. Buenos ejemplos y desarrollo, me sirvió mucho.
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Me alegro muchísimo de que le haya sido tan útil, Sofía.
Un saludo,
Gonzalo.
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Muy buena explicación.
Muchas gracias.
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Gracias a usted, Carolina. Me alegro muchísimo de que le haya resultado interesante.
Un saludo,
Gonzalo.
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