Estos días resurge una propuesta con muchos elementos interesantes y no pocas incertidumbres: el «MIR» de los profesores. Veamos qué podría suponer.
El sistema MIR
Como sabemos, las siglas MIR representan a la figura del Médico Interno Residente y, por extensión, a los exámenes de acceso y al período de formación laboral para personal sanitario.
Los hospitales universitarios
Una parte importante del impulso al sistema MIR es prestado por los hospitales universitarios. Se trata de centros de trabajo donde se presta un servicio al paciente, pero donde, como en las universidades, hay una importante labor de investigación y formación.
La labor formativa está imprimida en el propio carácter de todo centro educativo. Sin embargo, es diferente. En buena parte de centros de enseñanza se forma exclusivamente al cliente final, el alumno. Las universidades son un ejemplo de lo contrario, ya que también se forma a los profesores. De hecho, los programas y becas de doctorado guardan ciertas semejanzas con el sistema MIR.
El MIR de profesores debería convertir a un buen número de centros de enseñanza no universitaria en centros de formación mixtos, donde se formen alumnos y profesores. Una pregunta interesante es saber cuál sería el papel de los actuales centros de formación del profesorado, pero está claro que, si se pretende seguir el sistema MIR, el período de formación debe llevarse en los mismos centros donde se da clase a los alumnos.
Las especialidades de la enseñanza
Cuando se implanta el sistema MIR, tras un largo recorrido, cristaliza un sistema de reparto del trabajo sanitario en general, y médico en particular, en función de especialidades.
Cada especialidad tiene una singularidad académica. Existen revistas académicas exclusivamente centradas en ella, hay profesores y áreas de conocimiento universitarias (y servicios hospitalarios) ocupados en esa materia a tiempo completo, se celebran congresos y se crean sociedades de la especialidad.
Es un proceso semejante al que se produce en otros ámbitos del conocimiento, pero con un matiz jurídico importante. Se está delimitando un ámbito de competencia que, en diversas circunstancias, puede tener consecuencias legales.
En el caso de la enseñanza, muchos profesores participan de muchas listas de trabajo, en función del área del conocimiento en la que imparten sus clases. Por ejemplo, un profesor puede dar clases de diferentes asignaturas en distintos momentos del tiempo o, incluso, en el mismo. Con un MIR de profesores, ¿eso significaría que deberían superar pruebas o criterios de aptitud para cada una de las especialidades en las que den clases?
La realidad indica que una proporción de los profesores cambian de especialidad cada poco tiempo, especialmente entre interinos de la enseñanza pública. Dan clase en la lista más accesible para ellos en cada momento. Podría ser un elemento estabilizador, al centrarse en una única especialidad; pero también podría ser precarizador, si tienen menos posibilidades de elección a su alcance. Convendría estudiar qué tendría más peso.
La transmisión de valores
Uno de los aspectos más delicados del «MIR» de los profesores es el de la transmisión de valores. Por un lado, cada centro educativo debe tener un margen para transmitir unos determinados valores. En esa etapa de formación, uno de los objetivos sería que el profesor aprendiese la mejor forma de transmitir esos valores.
El problema surge porque todo el mundo no tiene la misma visión de la vida. Habría que saber cómo se establece qué valores han de transmitirse los centros donde se forma a los profesores. Si se opta por evitar la cuestión, podríamos convertir la educación en mera enseñanza sin transmisión de valores. ¿Es eso bueno?
En el extremo contrario, si penetramos excesivamente en la formación acerca de cómo se transmiten los valores, se corre el riesgo de minar la libertad de cátedra. La conciencia del propio profesor es el pilar sobre el que descansa el sistema. En esa materia, es probable que sea mejor que un profesor (al que se le supone un adecuado grado de formación intelectual y vital) conforme su propia manera de transmitir valores por sí mismo, en contacto con el resto de la comunidad educativa, pero sin programas prefijados.
La superespecialización
Desde la implantación del sistema MIR, la sanidad ha vivido diferentes procesos. Es decir, el sistema MIR ha delimitado el campo de trabajo de los profesionales, pero con un cierto margen de flexibilidad. Se dan fenómenos no estrictamente previstos en el reparto original del trabajo.
Uno muy importante es el de superespecialización. Muchos profesionales se centran en áreas concretas dentro de su especialidad. Eso les permite incrementar el número de casos semejantes que tratan y valorar las diferencias entre unos y otros con mayor criterio. También les aporta mayor experiencia, lo que normalmente redunda en una reducción de los costes del proceso.
En el caso de la educación, podría suceder algo semejante. En sanidad, normalmente, el superespecialista atiende a población de un entorno geográfico más grande. La pregunta es cómo podría afrontarse este proceso en la enseñanza no universitaria.
El hecho es que, en cada asignatura, existen materias especialmente complejas de transmitir donde podría ser bueno contar con profesores superespecializados. La diferencia está en la distinta estructura de prestación de servicios a nivel territorial. Por ejemplo, en la sanidad los asuntos más superespecializados se dejan en manos de hospitales grandes.
En educación infantil, primaria, secundaria y formación profesional no existe un equivalente al gran hospital. Quizá las soluciones podrían pasar por superespecialistas itinerantes, jornadas en las que alumnos de distintos centros se desplacen a otro para recibir esa formación o en la potenciación de sistemas de enseñanza digital a distancia, probablemente tutelada por el profesor habitual.
Las unidades interdisciplinarias
La sanidad no se agota en las especialidades que se obtienen a través del MIR. Otro mecanismo de flexibilidad que cada día cobra más importancia es la creación de unidades donde profesionales de diferentes especialidades colaboran para atender un determinado proceso de forma previamente organizada. Es decir, se establecen cauces concretos de cooperación.
En la educación, el saber proporcionado por una asignatura resulta ser como los ladrillos con los que se construye el conocimiento de otras asignaturas. En algunos casos es un problema de coordinación. Para poder comenzar a dar un determinado contenido de una asignatura es necesario haber superado unos objetivos de comprensión de otra.
El reto es que no pocas veces las especialidades se diluyen. No se trata de procesos donde un especialista cede a otro el testigo al superar una determinada fase, sino de que los profesionales de diferentes áreas tienen que hablar, al menos hasta un determinado punto, un lenguaje común.
Ese territorio de intersección es uno de los puntos débiles que hay que apuntalar en cualquier sistema de especialidades. Si se formalizan demasiado las especialidades, el profesor puede tener miedo a penetrar en un terreno que comparte con compañeros de otras áreas. La intrusión en el campo de otros puede ser una fuente de conflicto. El problema es que, si todos piensan lo mismo, nadie aborda esa materia.
El momento de implantación del MIR
Una parte de los aspectos positivos que supuso el sistema MIR a la sanidad española deriva del momento en que se diseñó y se puso en marcha. Se hace partícipes a los profesionales de una apuesta, en concreto, la consolidación de un sistema sanitario público universal y el desarrollo paralelo de múltiples iniciativas privadas y concertadas. Está claro que fue un elemento motivador del personal sanitario.
Está claro que, en la actualidad, vivimos un momento de cambio educativo. Van cambiando las características de la población, el propio conocimiento y las herramientas para trasladarlo. El «MIR» de los profesores debería entenderse como un mecanismo de acogida a los participantes en una nueva apuesta. Convendría clarificar previamente el contenido de la apuesta que se pretende emprender.
Los programas del «MIR» de profesores
El sistema MIR no se entendería sin programas específicos diseñados a nivel de hospital y servicio. Cada uno de ellos tiene su propia personalidad.
El MIR de profesores exigiría un importante esfuerzo de determinación de qué especialidades se deben formar en cada centro educativo, qué profesores se deben poner al frente de la tutela del proceso, cuántos profesores ingresarían en cada curso en un determinado programa, etc. Y, por supuesto, requeriría una evaluación periódica de si se están cumpliendo los objetivos, de si conviene aumentar o disminuir el número de plazas del programa, de si conviene tomar medidas para corregir deficiencias, etc.
Creo que establecer un MIR de los profesores supondría una labor previa de valoración exhaustiva de la situación actual del mundo educativo. Puede haber muchos aspectos trasladables, pero hay que ser conscientes de las singularidades de ambos sectores.