Cada época marca unos límites entre el Estado y el mercado. Cada una de estas instituciones acaba encargándose de determinadas actividades. Creo que la capacidad para generar colaboración será muy decisiva para marcar esos límites en el futuro.
El reto de la colaboración
El pasado, especialmente en el siglo XIX y comienzos del XX, estuvo marcado por los grandes inventores. Aunque, en general, contaron con colaboradores, llevaron un protagonismo muy personal en los grandes proyectos que alumbraron los adelantos más importantes.
¿Quiénes son los inventores del siglo XXI, e incluso del final del siglo XX? Indiscutiblemente, los equipos. Cada vez va cobrando más importancia el liderazgo empresarial, pero los proyectos importantes son encabezados técnicamente por varias personas. Muchas veces, hay varios equipos técnicos trabajando en paralelo para dar solución a un enorme rompecabezas, a un proyecto empresarial.
Los líderes empresariales ligados a las nuevas tecnologías son personas con un fino olfato técnico y una gran capacidad para organizar equipos. Saben el terreno que pisan desde el punto de vista técnico, pero no son los supervisores permanentes del proyecto, como lo eran los de épocas pasadas. La razón es simple, se abordan proyectos técnicamente cada vez más complejos.
El Estado y la colaboración
Los estados en el siglo XXI han demostrado una enorme capacidad para generar estructuras organizativas complejas. El número de trabajadores, su alto nivel de especialización, la extensión por todo el territorio o la atención permanente de determinadas necesidades son buenos ejemplos de ello. Se podría decir que, en parte, los estados se han convertido en máquinas de colaborar.
Sin embargo, su debilidad radica en que esa colaboración no es sencilla. Los conflictos de competencias, la falta de acuerdo entre administraciones o las disputas internas entre funcionarios son buenos ejemplos de ello.
La solución para resolver los conflictos que surgen en esa colaboración ha venido de la mano del Derecho Administrativo y del Derecho Constitucional. Se establecen los cauces a través de los cuales se debe desenvolver la actuación de la Administración.
Esos procedimientos se basan en una serie de garantías que generan unos beneficios, pero también unos costes. La burocracia, en muchas circunstancias, es capaz de elevar suficientemente los costes de la colaboración, de forma tal que las relaciones de colaboración entre distintas personas o entidades no se lleguen a producir. Un aspecto muy importante que hay que tener en cuenta es que la Administración no puede hacer absolutamente nada que no le esté expresamente permitido por la ley.
La colaboración en la empresa
Las empresas tienen a su favor que pueden hacer lo que quieran, siempre que no esté prohibido por la ley. Su cauce de colaboración es el contrato. Por ejemplo, a través de contratos pueden incorporar trabajadores a un proyecto o llegar a acuerdos de cooperación con otras empresas.
Una de sus grandes ventajas es que pueden desarrollar proyectos que abarcan varios territorios, incluso muchos países, sin necesidad de complejos acuerdos políticos. Así, por ejemplo, es más probable que la próxima generación de smartphones surja del impulso de una o varias empresas multinacionales en las que colaboren equipos procedentes de diversos países que del impulso de un proyecto público promovido por un acuerdo internacional.
Sin embargo, no siempre es sencilla la colaboración empresarial, ya sea dentro de una empresa o entre varias empresas. Las organizaciones muy grandes son complicadas de gestionar. La cooperación entre diversas empresas o entidades privadas plantea permanentes retos de reparto de riesgos, costes y beneficios.
Y los necesarios límites que marca la ley a la contratación generan permanentes retos legales. Por ejemplo, las normas de defensa de la competencia miran con recelo los acuerdos entre empresas. No obstante, suelen permitirse si generan avances de cuyo beneficio puedan participar equitativamente los consumidores. Valorar cuándo se puede caer dentro de una práctica prohibida no suele ser tan sencillo como parece.
¿Qué nos deparará el futuro?
Una parte del límite entre el Estado y el mercado lo marcará la financiación. Es posible que el Estado financie actividades de empresas u organizaciones privadas, a través de un concierto o una subvención, por poner dos ejemplos. No obstante, existe una cierta tendencia a que una parte de las actividades que financia el Estado sean provistas por él.
Al prestar muchos de los servicios que financia, el Estado genera sistemas públicos muy desarrollados. Por ejemplo, la sanidad pública o la educación pública (en aquellos países en las que las provee directamente el Estado) son espacios de colaboración de muchos profesionales de un vasto territorio.
Sin embargo, la digitalización de los servicios nos presenta una oportunidad extraordinaria para la colaboración internacional. Cada vez se prestan servicios más especializados y eso hace que el especialista en un área superespecializada no esté siempre cerca. Las nuevas tecnologías nos permiten, en múltiples contextos, acceder a servicios especializados desde cualquier parte.
¿Estamos cerca de ligas de universidades, colegios u hospitales privados de distintos países en colaboración permanente (y no puntual)? El tiempo lo dirá. Si así es, es probable que se vayan encargando de parte de las actividades que desarrollan actualmente las administraciones, aunque éstas las sigan financiando.
Pero también el tiempo dirá cuáles son los cauces de colaboración entre administraciones en proyectos complejos. ¿Es posible desarrollar grandes proyectos públicos de cooperación internacional para dar vida a nuevos bienes, nuevos servicios o una forma completamente diferente de prestar los existentes?
Veremos, pero la capacidad para generar cooperación será determinante para establecer los límites entre el Estado y el mercado.
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