EEUU, un mundo más allá de la Ivy League


¿Por qué EEUU camina, mientras Europa lleva cuatro décadas casi parada? En las últimas cuatro décadas, EEUU ha crecido mucho más que Europa, particularmente la Europa occidental. Creo que uno de los elementos más determinantes ha sido una cierta mayor apertura interior. Hay mundo más allá de la Ivy League.

La Ivy League es una liga deportiva en la que participan las universidades de Columbia, Harvard, Yale, Princeton, Brown, Cornell, Dartmouth y Pensilvania. ¡Ahí es nada! Estamos hablando de 8 importantes universidades con una repercusión tal que los últimos 5 presidentes americanos han estudiado en sus aulas.

Representan a la fachada atlántica de los EEUU y a parte de los círculos más poderosos en muchos ámbitos.  Buena prueba de ello son los políticos destacados que han pasado por sus aulas.

Pero las universidades de la Ivy League también representan una apuesta por lo que no solamente funciona, sino que viene funcionando desde hace más de un siglo, una apuesta prácticamente segura en muchos ámbitos del conocimiento. Algo cuyo valor no se puede despreciar en absoluto.

Pero, ¿cómo se puede  medir ese valor? El valor se puede medir por la repercusión, pero es cierto que el posicionamiento académico genera más posicionamiento académico. Si en el pasado esas universidades han tenido repercusión, muchos académicos serán seguidores del trabajo realizado en esas instituciones, incrementando su repercusión.

La manera de poder valorar en su justa medida la contribución de las universidades de la Ivy League es teniendo un elemento de comparación. Y ahí, encontramos, por poner solamente algunos ejemplos, universidades de la fachada atlántica como, por ejemplo, el MIT; universidades de la región de los Grandes Lagos, como la Universidad de Chicago, o universidades californianas como la de Stanford o la de Berkeley.

Se podrían poner muchos ejemplos, pero es evidente que, siendo muy importante el círculo de la Ivy League, EEUU académicamente es mucho más que la Ivy League. El crecimiento de otras universidades refuerza al conjunto del sistema universitario americano.

En ese sentido, por ejemplo, se puede decir que el desarrollo del Silicon Valley se ha visto impulsado por una forma diferente de enfocar las prioridades en su entorno y universidades como la Universidad de Stanford ha tenido mucha importancia en el desarrollo de otra cultura, otra forma de hacer las cosas, que ha acabado derivando en el Silicon Valley.

Ese grado de apertura está faltando en Europa. Europa apuesta por lo que funciona, por los sectores que han sido pilares fundamentales de su economía. Y lucha por mejorarlos constantemente.

Eso está muy bien, porque permite afianzar ventajas competitivas muy vinculadas a una mayor experiencia en sectores clave. Sin embargo, para crecer vigorosamente se necesita más, se necesita una mirada diferente que introduzca novedades.

El sistema universitario europeo, incluido el británico, fabrica extraordinarios perfiles de éxito académico-profesional. El perfil de muchos profesionales importantes parece fabricado en serie en base a unos méritos muy cercanos a la forma de ver las respectivas profesiones de la facultades universitarias de éxito.

Sin embargo, en Europa es muy complicado crear algo diferente, una visión complementaria que ayude a comprender las fortalezas y debilidades del sistema y que sirva de medida y comparación.

Europa lleva demasiados años viviendo de los mismos sectores. Un sector que durante largo tiempo ha sido (y sigue siendo) puntero tiene dos frenos a su avance. El primero es que, a medida que se depuran las deficiencias, cada vez resulta  más complicado introducir mejoras del mismo valor que las que se han venido introduciendo con anterioridad. El segundo es que, dada la posición confortable, los incentivos para el esfuerzo que requiere la mejora son menores.

De alguna manera, el avance exige apartarse un tanto del camino habitual. EEUU lo ha sabido hacer, por ejemplo, con el sector relacionado con las nuevas tecnologías, que ha aportado giros diferentes a la forma de entender la empresa y la innovación. Europa no debería replicar un modelo americano, sino simplemente abrirse a nuevos caminos.

Cada vez que se quieren introducir giros aperturistas en Europa, particularmente en sus regulaciones, y que podrían permitir el desarrollo de iniciativas novedosas, se menciona la esencia de Europa. Ahora, por ejemplo, se critica el TTIP, porque “acabaría con la esencia de Europa”.

Pienso que lo esencial tiene que ser un conjunto pequeño de rasgos y principios, pequeño porque se trata de los más importantes. La “esencia de Europa” no puede ser un artilugio que sirva para defender todo, para petrificar Europa y cerrar el paso a toda clase de novedades.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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