Preferencias mayoritarias: lo que prefiere la mayoría puede no gustar a la mayoría


Las preferencias mayoritarias se suelen definir de forma muy sencilla. Se pregunta a la población (o más comúnmente a sus representantes políticos) acerca de si están a favor o en contra de una iniciativa. Si salen más síes que noes, se considera que la preferencia mayoritaria es favorable a la iniciativa. Parece, a primera vista, sencillo, y hasta obvio, que un sistema así siempre elegirá lo que guste a la mayoría, pero puede que no sea así.

Todos ocupamos en la sociedad diferentes posiciones. Podemos ser consumidores y a la vez trabajadores, ahorradores y prestatarios, inversores, vecinos, miembros de una familia, etc.

Las iniciativas de un determinado gobierno o de un determinado parlamento irán encaminadas a modificar el marco jurídico en el que se desenvuelven determinadas relaciones.

Son muchos los casos en los que una mayoría considera que hay que modificar algo que no funciona, aun cuando una minoría considere provechosa esa situación. A veces se dice que, en ese ámbito, esa minoría sería una minoría privilegiada.

Pasa con cierta frecuencia que algunas economías se vuelven disfuncionales por la acumulación de muchísimos privilegios en los más variados sectores, como un juego de equilibrios en los que todo el mundo quiere saber «qué hay de lo mío».

Teóricamente todos (o casi todos) podríamos ganar si se terminasen a un mismo tiempo todas las situaciones privilegiadas. Cada uno perdería en su concreta situación de privilegio, pero obtendría un beneficio mayor por obtener una economía mejor. Sin embargo, la tarea de reducir los miles, decenas de miles o incluso centenares de miles de privilegios a la nada es una tarea poco menos que imposible.

¿Qué pasa con cada iniciativa de retirada de privilegios considerada aisladamente?

En primer lugar, debemos considerar que es complicado trazar una clara división entre lo que son privilegios y lo que no. Muchos privilegios aparentes son en realidad compensaciones a determinados individuos o colectivos de individuos en razón de un esfuerzo especial o de una necesidad particular.

Pero, salvo casos en los que la mayoría de la población está a favor de compensar a un grupo concreto, la preferencia mayoritaria será la de supresión de toda clase de privilegios. Si votásemos por separado (votando uno por uno sobre cada privilegio) la desaparición de cada uno de los privilegios, es muy probable que ya haría tiempo que habrían desaparecido todos los privilegios.

¿Se sentiría mejor la mayoría de la gente con la desaparición de todos los privilegios?

Es muy probable que, si eso fuese posible, a largo plazo la mayoría de la gente tendría una situación mejor. Sin embargo, la transición puede ser complicada, puede haber costes de pasar de una situación a otra que hagan que muchos pudiesen tener reticencias.

Pero hay que tener en cuenta que la mayoría de la gente quiere renunciar solamente a los privilegios ajenos, pero no a los propios. Renunciaría a los privilegios propios por una preferencia mayoritaria a favor de eliminar los privilegios, pero con su opinión en contra.

Ocurre que normalmente los privilegios benefician mucho a unos pocos ocasionando un perjuicio pequeño a casi toda la población. La multiplicación de esos pequeños perjuicios perjudica mucho al conjunto de la economía.

Normalmente los individuos no votan en función del número de acuerdos que mantienen con una formación. Un individuo puede estar en un 99,99% de acuerdo con un partido político, pero si resulta que ese partido pretende eliminar una situación de privilegio que le beneficia de forma particular, no le votará nunca.

 El ejemplo de las luchas territoriales es un buen ejemplo de que la mayoría de los votantes votan no por coincidencia de opinión con los programas, sino por defensa de una posición. Observamos que los partidos políticos con lo que ellos llaman «una especial sensibilidad hacia los problemas de una zona» obtienen una mayor representación en esa zona.

¿Es fácil distinguir las situaciones de privilegio?

Existen situaciones que claramente no entrarían, por motivos de equidad, en lo que la mayoría de las personas considera una situación de privilegio. El que sea claro depende fundamentalmente de una abrumadora preferencia mayoritaria en favor de beneficiar a ese colectivo concreto.

Pero, salvo esos casos, podríamos decir que en una situación de privilegio hay un grupo que gana en perjuicio del conjunto, resultando que lo que ganan los beneficiados con el privilegio es menos de lo que pierde el amplio conjunto de perjudicados.

Es compleja la distinción. No en pocas ocasiones los beneficios de un grupo se extienden a una sociedad entera. Por ejemplo, algunos beneficios facilitan la mejor inserción de un grupo dentro del conjunto, beneficiando al grupo y al conjunto.

En otros casos, incentivar a un grupo a que haga algo puede ser beneficioso para el conjunto, porque existen beneficios para el conjunto no percibidos por quienes tienen que tomar la decisión de hacer algo beneficioso para otros, estaríamos hablando de externalidades positivas o de incentivar que no se produzcan externalidades negativas.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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