El tamaño de los municipios españoles


La enorme cantidad de municipios españoles es un sospechoso habitual en todas las listas de problemas de España. Creo que muchas de las quejas son atinadas, que se desaprovechan las ventajas del tamaño en la prestación de servicios y que el tamaño excesivamente pequeño dificulta la transparencia. Sin embargo, creo que el problema es más complejo de lo que pueda parecer a simple vista.

Un posible objetivo podría ser tener la posibilidad de que existiesen algo así como municipios alternativos. Sería algo así como municipios donde la forma de vida es muy semejante, incluso que están cerca el uno del otro, pero que se diferencian profundamente en sus políticas. Sería la forma de poder votar con los pies, es decir, la forma de que la gente pudiese desplazarse al municipio con políticas más conformes con sus preferencias.

Pero España no es así, y probablemente es imposible que lo sea. España es un país con una geografía muy accidentada que ha originado que en muy pocos kilómetros cambien  el clima, los rasgos mayoritarios en el carácter de la gente, las costumbres, la forma de las edificaciones, los cultivos, la especialización sectorial de la economía, el paisaje, y un sinfín de cosas más.

El resto de Europa es nuestro elemento de comparación en muchas cosas, pero hemos de ser conscientes de que se puede atravesar gran parte de Europa, desde los Pirineos hasta los Urales, sin atravesar grandes cordilleras. En esos lugares son los grandes ríos los que han modificado la forma en la que se han configurado los distintos lugares.

España tiene una costa muy amplia y variada, muchos ríos cortos y unos cuantos bastante largos y una gran cantidad de montañas, además de dos archipiélagos. Eso hace que los cambios sean mucho más repentinos que en otros países de nuestro entorno. Surgen desplazándose muy pocos kilómetros.

El equivalente español a esas zonas de Europa serían unos pocos kilómetros cuadrados en las dos mesetas, los valles del Ebro y del Guadalquivir y las escasas zonas de la costa donde no hay cabos, golfos o bahías, rías u otros accidentes en muchos kilómetros. Digo unos pocos kilómetros cuadrados porque, incluso en zonas donde hay una cierta continuidad, los ríos marcan fronteras históricas y culturales entre unas zonas y otras.

España es un país diverso, con una diversidad que va mucho más allá de los cambios que hay de una comunidad autónoma a otra. E incluso hay municipios con grandes variaciones naturales dentro del municipio, más allá de las propiciadas por la actividad humana. Por ejemplo, son muchos los municipios con una zona alta y otra baja, tanto entre los más poblados como en los menos poblados.

Eso hace que los factores de producción que son abundantes en un determinado lugar sean sustancialmente diferentes a los que son abundantes en otro lugar cercano. Eso hace que también varíen los precios de los factores de producción y los perfiles de especialización productiva de los diferentes lugares.

Creo que es mejor buscar el intercambio que la lucha desesperada por la uniformización. Una España con municipios más uniformes podría beneficiarse de las ventajas del tamaño en la prestación de servicios con importantes costes fijos. Pero lograr que los lugares cercanos se parezcan más puede llevar unos costes que superen esas posibles ventajas del tamaño.

Los mecanismos de mercado favorecen un orden de los intercambios. Cada lugar tiende a especializarse en unas determinadas actividades, aunque existen razones por las que un determinado lugar puede comprar y vender los mismos bienes o bienes semejantes a otro lugar.

El caso de los bienes y servicios prestados por la Administración o por agentes privados pero sujetos a un servicio público universal es diferente. Hay que tomar decisiones de dónde y cómo se prestan los servicios.

La pertenencia a un municipio pequeño es la forma de dar voz a los habitantes de zonas poco pobladas con circunstancias normalmente muy específicas. Es su cauce para reclamar aquellos servicios y actuaciones que consideran más necesarios. Además, algunos de esos servicios que más reclamen los habitantes de una zona concreta pueden ser de competencia municipal.

Y, por otra parte, la existencia de tantos municipios propicia la existencia de diferentes normativas municipales. Tiene lógica que, en lugares con diferencias de todo tipo, las normativas municipales sean diferentes para adaptarse a esas diferencias.

Sin embargo, la cuestión es más compleja. El alcalde, aun en aquellos casos en los que exista buena intención y no se  transgreda la ley, en municipios con pocos habitantes puede acabar creando fácilmente clientelas políticas.

En los municipios con pocos habitantes son más las facetas de la vida cotidiana que dependen de los alcaldes, fundamentalmente porque éste se convierte en la voz del municipio para reclamar un determinado tipo de actuaciones en el municipio y no otras, y que se presten determinados servicios. En municipios densamente poblados la propia demanda hace que no sea necesario intervenir para garantizar la prestación universal de los servicios.

Existen municipios que, a pesar de sus diferencias, tienen en común elementos que los diferencian de otros municipios que los rodean, normalmente forman parte de una misma comarca.

La comarcalización de determinados servicios podría ser una solución buena para aprovechar mejor las ventajas del tamaño. Pero es complicada. Se puede optar por una comarcalización obligatoria de determinados servicios o por una comarcalización voluntaria de aquellos servicios que se convengan por acuerdo entre los municipios.

Una comarcalización obligatoria podría hacer que los municipios más grandes de cada comarca decidieran en perjuicio de los más pequeños. Para evitarlo, se podría otorgar a cada municipio el mismo peso en la decisión de cómo se deben prestar los servicios. Pero eso iría en perjuicio del municipio grande.

La comarcalización voluntaria es de una negociación normalmente muy compleja, particularmente si los alcaldes son de distintos partidos. En esos casos se suele coordinar lo mínimo imprescindible.

Creo que hemos de ser conscientes de que la reforma municipal ni es sencilla, ni tiene una dirección claramente definida que, por así decir, sea «la lógica». Y también hay que tener en cuenta que quizá, en  este aspecto concreto, poco podamos aprender de la experiencia de otros países cercanos.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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