Una de las principales actividades del ser humano es decidir. Pero, en ocasiones, nos decantamos excesivamente por una opción. Como exponía aquí, las CCAA con menores crecimientos, tanto en la bonanza como en la crisis, han sido aquellas con un mayor peso de la construcción de viviendas. Uno de los más importantes efectos del estallido de la burbuja inmobiliaria, y del propio crecimiento de la burbuja, ha sido el efecto sobre la inversión en bienes de equipo.
Toda inversión supone un desembolso esperando unos retornos futuros. La decisión de realizar una inversión concreta supone invertir menos en inversiones alternativas. En este sentido, una de las inversiones más importantes es la inversión en bienes de equipo. Por un lado, la inversión en bienes de equipo favorece que se pueda producir más con los mismos trabajadores, es decir, eleva la productividad del trabajo, al estar los trabajadores mejor dotados. Sin embargo, esas mejorías tienen unos límites. A medida que los trabajadores tienen más elementos a su disposición para desarrollar su trabajo, cada vez pueden producir más; pero, a medida que se va equipando más al trabajador, los incrementos de la producción son cada vez menores. De no ser así, la producción podría crecer hasta el infinito a medida que introducimos mayores cantidades de bienes de equipo a disposición de los trabajadores. Pero, además, son muy importantes las mejoras de calidad y los cambios en la tecnología, en la forma de hacer las cosas, que propicia la inversión en bienes de equipo.
Pongamos un ejemplo. Imaginemos la inversión en hornos para hacer pan. A medida que se dispone de más hornos, se podrá hacer más pan. Pero llegará un momento en el que, por muchos hornos que se tengan, no se va a aumentar mucho la producción porque no hay panaderos suficientes o porque la cantidad de harina no es infinita, por ejemplo. Sin embargo, no todo son aumentos de cantidades, sino también de calidades. Por ejemplo, puede haber una generación de hornos nuevos que ofrecen alguna prestación especial, como podría ser una disminución del consumo de energía, lo que reduce los costes de fabricar el pan. Pero, y aquí radica lo más importante, en un momento dado puede ser necesario adquirir un tipo determinado de horno nuevo para hacer las cosas de manera diferente. Imaginemos que hay un horno nuevo que permite hacer un pan completamente diferente, mejor en algún sentido. Ese horno puede ser la pieza clave para cambiar el producto y el propio proceso de fabricación. La inversión en ese tipo de hornos es una inversión innovadora. Incluso hace que los propios trabajadores actualicen sus conocimientos y experiencias aprendiendo a hacer cosas nuevas. Se podría decir que determinadas inversiones son una condición necesaria para muchas formas de innovación. Normalmente las novedades, la innovación en general, va asociada a inversiones en nuevas generaciones de bienes de equipo.
Esas inversiones se ven en cierta medida desplazadas cuando se produce un aumento importante en una forma de inversión alternativa, como puede ser en este caso la inversión en vivienda. Normalmente el empuje de la inversión en vivienda hubiese elevado los tipos de interés de la economía. Con un mayor tipo de interés hay inversiones que se hacen menos factibles, porque los retornos no compensan los desembolso que hay que hacer. De esta forma, otros tipos de inversión se verían desplazados. La pertenencia al euro, y la política monetaria expansiva del BCE, hicieron que esos tipos de interés no subiesen. Sin embargo, dado un determinado nivel de ahorro, a medida que se invierte más, crecen las deudas. El nivel de deuda que pueda llegar a acumular una economía no puede ser infinito, tiene unos límites. Llega un momento en el que los acreedores no están dispuestos a prestar más, no están dispuestos a que esa deuda siga creciendo. En estos últimos años vienen existiendo dificultades de financiación de la economía española.
Los límites a otras partidas de inversión, fundamentalmente a la inversión en bienes de equipo, producen varios efectos negativos. Por un lado, el capital físico con el que se realizan las actividades productivas en un país se va deteriorando con el tiempo. Una limitación a las posibilidades de reposición de ese capital es una limitación a las posibilidades de producción de ese país. Por otro lado, han existido empresas que han tenido importantes dificultades para atender sus deudas. Una alternativa es vender parte de sus activos para, con el dinero obtenido de la venta, poder pagar a sus acreedores, pero eso suele implicar reducir el empleo y la producción de la empresa. Y, luego, hay un elemento importante. Siguiendo con el ejemplo del horno, si una empresa quiere adquirir un horno completamente innovador está asumiendo un proyecto con mayores riesgos, los riesgos que implican las novedades. Las restricciones al crédito que se producen para el conjunto de una economía pueden complicar el acceso a la financiación de una parte de las inversiones innovadoras.
Finalmente, hay otro efecto importante del estallido de la burbuja inmobiliaria. La construcción ha tirado de muchos sectores de la economía española, que realizaron importantes inversiones para poder atender ese incremento de la demanda. El caso más claro es el del propio sector de construcción de viviendas, pero lógicamente sus efectos se sienten en muchos otros sectores como inmobiliarias, fábricas y tiendas de muebles, empresas de fabricación y distribución de materiales de construcción, etc. Esas empresas han visto reducida su demanda, lo que implica una reducción del tamaño del sector. Pero no es sencillo liquidar el conjunto de las inversiones. Hay inversiones que son muy específicas para un determinado tipo de actividad. Otros activos se pueden vender, pero en unas condiciones desventajosas. La disminución de la actividad en la construcción de viviendas ha supuesto una pérdida irrecuperable para muchas empresas y para sus empleados. El impacto en el empleo ha sido otro de los más desagradables efectos del estallido de la burbuja inmobiliaria.