¿Qué nos enseñan los dos últimos siglos de sucesión empresarial?


Si algo tenemos claro es que no somos eternos. Los empresarios más importantes, aquellos que dan inicio a las ideas que cambian nuestro mundo, tampoco son eternos. Es por ello que han de ser sucedidos por otras personas en el momento de su jubilación, incapacidad o fallecimiento. En esta entrada me quiero referir a las particularidades de los procesos actuales de sucesión empresarial en las empresas que se fundaron en el siglo comprendido entre el Congreso de Viena y el comienzo de la I Guerra Mundial (1814-1914).

Si nos fijamos en muchas grandes empresas, e incluso en algunas pequeñas empresas, su fundación (quizá con un nombre distinto al actual fruto de las fusiones, adquisiciones o simples cambios de nombre) tuvo lugar en ese período histórico. Es una época de ideas rompedoras, aunque con unas bases sólidamente ancladas en las épocas pasadas. Nacieron muchas empresas de siderurgia, textiles, bancarias, aseguradoras, navieras, químicas, petroleras, farmacéuticas, telefónicas, postales, ferroviarias, eléctricas, automovilísticas, de electrodomésticos, de distribución, etc.

Aunque los perfiles de los fundadores son de lo más diverso, muchos fueron personajes de una personalidad única, personas avanzadas a su tiempo que supieron ver cómo podría ser el mundo del futuro que hoy es presente.

La mayoría de esas personas nacieron entre 1790 y 1890 y fundaron sus empresas entre los 25 y los 50 años. Los más jóvenes tendrían hoy alrededor de 130 años y no pocos tendrían casi 225 años. Eso quiere decir que ya quedan pocas personas que nos puedan decir que de niños trataron a alguno de estos emprendedores, aunque estuviese ya retirado. Por tanto, el recuerdo de estas personas proviene hoy más de lo que hemos leído o nos han contado que de experiencias personales.

Se puede decir que ha habido dos clases de sucesiones entre estos grandes empresarios, la sucesión profesional y la sucesión patrimonial. La sucesión profesional vendría dada por la sucesión en las responsabilidades y actuaciones. La sucesión patrimonial viene dada por la transmisión de la propiedad a sus sucesores jurídicos, como los herederos. En algunos casos unas mismas personas suceden a ese fundador en ambos tipos de sucesión.

La sucesión desde el punto de vista patrimonial viene dada normalmente por lazos familiares; de forma que son los hijos, nietos, hermanos o sobrinos los que suceden al padre, abuelo, hermano o tío. Lo más habitual es que a una persona le suceda otra de la generación siguiente (ya sea hijo o sobrino). Dado el tiempo que ha pasado entre el nacimiento de los fundadores y la actualidad, la generación que nace ahora puede ser entre la quinta y la décima que ha transcurrido desde la fundación de aquellas empresas. Tengamos en cuenta que han pasado más de dos siglos desde el nacimiento de muchos fundadores.

Pero la Historia nos deparó una realidad amarga en las primeras sucesiones. Entre 1914 y 1945 se suceden dos guerras mundiales y otros episodios de enorme crueldad como la Guerra Civil Española. Quienes protagonizaron esas guerras fueron las personas que compartieron generación con los nietos, biznietos y tataranietos de los fundadores.

A lo largo del siglo XIX, y particularmente a finales, se produce un importante aumento de la supervivencia de los hijos, lo que propició que muchos de los fundadores de las grandes empresas tuviesen hasta centenares de descendientes a la altura del comienzo de la primera guerra mundial.

En circunstancias normales el proceso de sucesión es complicado, ya que los intereses de los distintos miembros de una familia pueden entrar en contradicción. En circunstancias de guerra, la sucesión queda absolutamente trastocada. Muchas personas con proyectos de emprendimiento ven como esos proyectos fracasan, otras con ánimos violentos ven en la guerra su oportunidad.

Los perfiles de éxito cambian radicalmente. Ya no son los grandes emprendedores quienes ejemplifican el éxito social, sino los estrategas militares.

Tras el fin de la II Guerra Mundial ya nada será igual. Se llegó a una paz duradera que, en buena parte del mundo, llega hasta nuestros días, no sin un sinfín de conflictos locales que han desangrado a países enteros. Se busca la máxima seguridad, mantener lo conseguido. Se va modificando sustancialmente, ya no las actividades de la empresa (que lógicamente se va adaptando a los tiempos), sino el espíritu emprendedor del fundador.

Las ideas antiguas sobre el emprendimiento ya no se sostienen en un mundo en el que se han vivido 30 años atroces de guerras, crisis económicas severas, procesos de persecución a las minorías y florecimiento de las dictaduras.

Hay, por tanto,  treinta años en esos 200, los transcurridos entre 1914-1945, en los que la transmisión a los sucesores profesionales de un conjunto de impresiones, experiencias, actitudes y conocimientos relacionados con la faceta emprendedora del fundador o se pierden o pasan a un segundo plano. Poco importa el emprendimiento cuando el mundo está en guerra. Y esas guerras van a dejar cicatrices profundas.

Hoy la alternativa en las sucesiones es dejar el control de las empresas a profesionales específicamente preparados para la labor de administración. El problema es que hay muchas cosas que no se aprenden en los libros o en las escuelas y facultades. ¿En qué libro se aprende cómo inventar un coche y crear la primera empresa del automóvil?

Una parte de ese conocimiento es probablemente innato, pero hay una parte que se adquiere a través de la experiencia directa con esas personas de características emprendedoras particularmente especiales. El problema es que esos 30 años trágicos en los que, además de las dos guerras mundiales, se produjeron episodios como la Gran Depresión o la Guerra Civil Española,  esa transmisión era imposible. El mundo había cambiado bruscamente. De repente pasaron a importar todas aquellas actuaciones que tuviesen aplicación militar, y no tanto comercial. La empresa de aquellos años fue en gran parte la guerra.

Terminada la II Guerra Mundial hemos vivido 70 años de otra generación, algo menos numerosa pero también importante, de grandes emprendedores. Muchos de los empresarios más importantes han trabajado en los sectores de las nuevas tecnologías.

Uno de los retos de futuro más importantes es el de que esas personas que han sido capaces de generar nuevas soluciones con una aplicación clara en los mercados trasladen su forma de trabajar, de emprender a las nuevas generaciones de emprendedores. Hoy es muy importante que no se pierda esa transmisión del espíritu emprendedor.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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