Si bien, a corto plazo, una economía puede sufrir perturbaciones que mejoren o empeoren su rendimiento, a largo plazo este rendimiento depende fundamentalmente de tres factores: la cantidad de recursos de los que disponga (como recursos materiales o humanos), la calidad de esos recursos y la forma en la que emplee esos recursos. En relación a la forma en la que se emplean los recursos, y en relación a la evolución de la calidad de esos recursos, se puede decir que todas las economías tienen ciertos problemas. El futuro económico de Grecia dependerá fundamentalmente de su habilidad para mejorar en sus puntos débiles, más que de la salida de Grecia del euro.
Por lo tanto, podemos decir que Grecia se podría enfrentar a unos momentos de crisis y desordenes durante un tiempo, quizá más largo de lo deseable. Pero, a largo plazo, lo fundamental será como afecte esta situación a la forma en que los griegos utilizan los recursos que tienen a su disposición. Un aspecto crucial son las relaciones comerciales, financieras, culturales y de todo tipo con países extranjeros. Parece que Grecia podría valorar las posibilidades de buscar financiación en algunos países productores de petróleo y con ciertas discrepancias con la Unión Europea, como puede ser el caso de Rusia. Eso podría incluso suponer el abandono de la democracia, en la medida que pudiese ser un obstáculo para la estabilidad a largo plazo de la relación. También tendría el serio inconveniente de que Grecia se vería afectada negativamente tanto por las subidas como por las bajadas del precio del petróleo. Cuando subiera el precio del petróleo aumentaría su dependencia de sus socios, porque una parte de esa dependencia sería energética. Cuando el precio del petróleo bajase, Grecia se vería afectada por el menor empuje de la demanda de sus socios. En la relación con sus socios primarían intereses estratégicos, más que comerciales o financieros. Grecia sería vista como un país hostil a la UE, situado a sus puertas y con buenas relaciones con países con diferencias estratégicas con los países de la UE. Un mayor entendimiento entre países con graves diferencias diplomáticas haría perder atractivo a esa posición estratégica griega. Una falta de entendimiento podría situar a Grecia en el ojo del huracán de toda clase de conflictos.
Otra alternativa que tiene Grecia es la de intentar sortear fuera del euro sus dificultades estructurales. Grecia debería abrirse más al exterior, debería ser una economía más exportadora. Habría de apostar por la innovación. Se tendría que afrontar una reforma de la Administración para luchar contra el clientelismo político y para que la Administración sea más eficiente. La lucha contra la economía sumergida y en favor del cumplimiento de la ley debería ser prioritaria. Grecia necesitaría implementar un conjunto de medidas creíbles contra el despilfarro y la corrupción. Se podrían poner muchos más ejemplos, pero todos irían encaminados a tratar de mejorar en las debilidades estructurales de la economía griega. Pero la pregunta pertinente es si eso es más sencillo de hacer dentro o fuera del euro.
Fuera del euro, o más bien de la UE, sería más sencillo subvencionar a algunos sectores para que compitan internacionalmente mientras van desarrollando una experiencia, a través de la cual las empresas subvencionadas puedan ir reduciendo sus costes de producción. Eso es complicado porque tendrá resistencias externas ( como la de los competidores extranjeros) e internas (como la de aquellos ciudadanos que preferirían que el dinero público se gastase en otra cosa). Ese tipo de subvenciones exigen muchos sacrificios durante mucho tiempo y no es complicado fracasar o que, con la alternancia política, algún gobierno tire la toalla.
Manteniendo una actitud cooperativa con los países del euro, y de la UE en general, Grecia se puede aprovechar mejor de los intercambios con esos países y de las posibilidades de obtener financiación dentro de un marco de acuerdo. Si se llevan a cabo las reformas oportunas, la transición sería mucho más sencilla y la incertidumbre disminuiría. Un marco de mayor estabilidad puede ser muy beneficioso para la economía griega.
Otra posibilidad es que Syriza fracase y que la economía griega siga adoleciendo de los mismos problemas que hasta ahora, incluso con la posibilidad de que se agraven. Syriza se ha centrado mucho en los efectos de la crisis, algo que es normal. Sin embargo, no está atacando a las dificultades estructurales de la economía griega, es decir, aquellas que permanecerán incluso en época de bonanza. Esos problemas estructurales están en el centro del problema. Lo cierto es que Grecia había mejorado en muchos aspectos en el momento de la ascensión de Syriza al poder, pero muchas penurias seguían cebándose con gran parte de la población. Hay que atacar esas penurias a través de una mejora sustancial de la forma en la que se hacen las cosas, organizándose mejor. Si no se dispone de más recursos, y el asunto central del debate es qué conjunto de medidas podría hacer crecer a la economía griega, no se puede hacer decretos para generar una clientela concreta perjudicando al resto. La disminución de las penalidades depende de forma crucial del éxito de las reformas que se realicen, dentro o fuera del euro.