En España hay un importante descontento con la actividad sindical. La regeneración política es muy importante, pero no lo es menos la regeneración sindical. Una de las posiciones de reforma, a mi juicio equivocada, es la de que los sindicatos deben financiarse con las cuotas de sus afiliados exclusivamente. ¿Qué pasaría?
En España la afiliación a un sindicato es un derecho recogido por el artículo 28 de la Constitución Española. Además, la afiliación a un sindicato es libre, de manera que nadie podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato. Sin embargo, la actividad sindical afecta a trabajadores afiliados y no afiliados, a la propia empresa y al conjunto de la sociedad.
Si obligásemos a los sindicatos a financiarse con las cuotas de sus afiliados podría suceder que, o bien aumenta la afiliación lo suficiente como para que las nuevas cuotas compensen la desaparición de otras fuentes de ingresos, o bien esa compensación se encuentra en un aumento de las cuotas sindicales, o bien disminuye la financiación sindical.
Un aumento espontáneo de la afiliación sindical sería bastante improbable. Un aumento de las cuotas podría provocar una disminución de la afiliación. Con toda probabilidad, disminuiría la financiación de los sindicatos y se reduciría su actividad. La actividad sindical quedaría reducida a su mínima expresión.
El correcto funcionamiento de la actividad sindical es enormemente importante para la economía de un país. Para los trabajadores no solamente son un mecanismo de interlocución con el Estado, los empresas y con otros colectivos. Primordialmente los sindicatos deben ser un mecanismo de coordinación entre trabajadores. La primera obligación sindical debe ser saber qué es lo que quieren los trabajadores a los que representa. Muchas veces hay intereses contrapuestos. Un ejemplo muy claro es el mayor interés de los trabajadores más asentados por las mejoras salariales y el de los trabajadores en situación más precaria por el mantenimiento y la creación del empleo. No menos importante es buscar mecanismos de conciliación de esos intereses diversos y de negociación entre sindicatos, a fin de poder tener la mayor unidad posible, que les otorgue mayor poder en la negociación.
Para las empresas, los sindicatos también son muy importantes. En primer lugar, unos sindicalistas en contacto continuo con los trabajadores a los que representan, obtienen un gran volumen de información que les permite saber mucho sobre el funcionamiento de la empresa, frecuentemente a través de cauces informales. Las reclamaciones sindicales han contribuido a mejorar procesos, no desde un punto de vista teórico, sino desde la perspectiva de quienes tienen que aplicar esos procesos. No menos importante para la empresa es la credibilidad sindical. Tener un interlocutor creíble refuerza los acuerdos.
El buen funcionamiento de los sindicatos es muy necesario para la sociedad. Las negociaciones para las reformas laborales son una muestra muy clara. El buen funcionamiento de los mercados de trabajo es esencial para el crecimiento de la productividad y el empleo. Y no menos importante es el papel de los sindicatos como vigilantes del cumplimiento de las normas.
Se podría hablar de círculos concéntricos en relación a la actividad sindical. El primer círculo sería el formado por el conjunto de la sociedad, que se ve positiva o negativamente afectado por el desarrollo de la actividad sindical. Dentro de la sociedad hay un conjunto especialmente afectado, que es el de los trabajadores. La actividad sindical afecta por igual a afiliados y no afiliados. Esos afiliados constituirían un tercer círculo. Y dentro de los afiliados está un cuarto círculo, el de los afiliados que desarrollan actividades de representación sindical. El quinto sería el de aquellos representantes que realmente están desarrollando una labor esmerada. La actividad sindical recuperará su credibilidad cuando el cuarto y el quinto círculo sean prácticamente coincidentes, es decir, cuando sean muy pocos los representantes sindicales que utilizan al sindicato para servirse de él. Es decir, de lo que se trata es de que los representantes, al menos, desarrollen ese conjunto de actividades que son tan importantes para todo el resto, no de reducir esas actividades.
Si el conjunto de los círculos de afectados por la actividad sindical es más amplio que el de los afiliados, lo lógico es que su financiación dependa también de aquellos otros a quienes beneficia su actividad. Cuestión distinta es si cabe una mejora en la que los cauces de esa financiación no dependa de decisiones políticas concretas.
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