La deflación competitiva


Me gustaría dedicar una reflexión a la que, según muchos, es nada menos que la solución a todos los males de la economía española, la deflación competitiva.

Según algunas recomendaciones España necesita ganar competitividad para exportar más y la vía es reducir sus precios. La vía para reducir los precios es utilizar una política fiscal fuertemente contractiva, incrementar los famosos recortes. Las mayores exportaciones serían la punta de lanza de la generación de empleo en España.  A  primera vista, es una medida que puede resultar atractiva, una esperanza para la creación de empleo en España.

Sin embargo, creo que la realidad a la que nos podría conducir una decida política deflacionista sería otra. Si bien no parece que hayamos entrado en un proceso deflacionista no debemos dejar de plantearnos los riesgos de la deflación. Por desgracia, no creo que la deflación sea la vía sencilla para ganar competividad.

La deflación es un proceso que se alimenta a sí mismo, y donde los mercados de trabajo tienen un protagonismo especial. Imaginemos las negociaciones salariales. Si los precios han caído, parecería lógico pensar que los salarios caigan, ya que si caen en la misma proporción el poder adquisitivo de los salarios no se reduce. Sin embargo, los trabajadores tienen razones para ser muy reticentes a aceptar reducciones de salarios. Muchos trabajadores tienen miedo a que la caída de salarios en su convenio sea superior a la caída de los precios en la economía, otros dudan de que el proceso deflacionsita continúe. En esas condiciones, lo más probable es que los salarios se reduzcan menos que los precios. Si los salarios se reducen menos de lo que lo hacen los precios, aumenta el poder adquisitivo de los salarios, se pueden comprar más cosas con el mismo salario. En definitiva hay un incremento de los salarios reales.

Pero, detengámonos a pensar qué supone un aumento de los salarios reales. Un aumento de los salarios reales puede suponer un incentivo para que más trabajadores ofrezcan su trabajo. Un mayor salario supone un aumento de la renta del individuo y puede incentivar al ocio, pero lo más habitual es que favorezca que más trabajadores quieran trabajar dado el nuevo salario más alto. Por su parte, para las empresas resulta menos atractivo contratar trabajadores, dado que los precios que obtienen por sus productos se reducen a mayor ritmo que los salarios. Si, para un determinado salario, existen más trabajadores dispuestos a trabajar y menos empresas dispuestas a contratar, lo que se está generando es desempleo.

Pero los efectos no terminan en la generación del desempleo. El incremento del desempleo puede provocar un decaimiento de la demanda que provoque nuevas caídas en los precios. De este modo la deflación puntual que se utilizaría para ganar competitividad se convertiría en un proceso que se alimenta a sí mismo. Al ser un proceso que se alimenta a sí mismo, y ser probable que fuese de larga duración, la deflación podría llevar a los consumidores e inversores a aplazar sus compras a la espera de precios más baratos, lo que reduce los precios, alimentando aun más la deflación.

Una deflación competitiva solamente tendría algún sentido si hubiese la máxima confianza de todos los agentes implicados en las negociaciones laborales de que la reducción de precios y la de salarios van a ser parejas. Dado que esa confianza es muy complicada de lograr, la deflación competitiva es un proceso que encierra muchos riesgos.

¿Cuál es la alternativa? Desde luego, no creo que la alternativa sea la depreciación del euro, como ya expuse en otra entrada.Y, en política fiscal, creo que lo mejor es una política fiscal neutral, que no incentive ni aumentos ni disminuciones de la demanda agregada, lo que implica un equilibrio presupuestario en términos estructurales, que supondría un cierto superávit presupuestario en los años buenos y un cierto déficit en los malos, pero con tendencia a compensarse. Creo que el equilibrio presupuestario es una buena medida para evitar perturbaciones  en la economía, además de un elemento que introduce mayor certidumbre en los mercados financieros.

Acerca de Gonzalo García Abad

Licenciado en Economía con amplio interés en la Fiscalidad, la Contabilidad, las Finanzas y el Derecho.
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