En los últimos días se plantea con mucha frecuencia cuál puede ser el impacto de un fenómeno en principio insignificante sobre las previsiones empresariales. Ese “pequeño fenómeno” podría ser, por ejemplo, un virus. ¿Se justifica la prudencia?
La escala macroeconómica
Este tipo de sucesos suponen un pequeño shock en la economía, normalmente en forma de disminución de recursos con los que producir; pero también por un posible impacto en la confianza, en la renta y en la demanda de los consumidores.
Si el suceso es de poca importancia, muchas empresas y particulares apenas lo sufrirán y la mayoría de las que sí lo hagan podrán reajustar sus planes de forma sencilla con el transcurso de pocos días o semanas o, en todo caso, no demasiados meses.
Incluso, toda pequeña perturbación en principio negativa tiene sus efectos positivos. Algunos problemas ocultos afloran, lo que hace que sea mucho más sencillo que surjan nuevas soluciones.
En conjunto, este tipo de sucesos acaban teniendo poca importancia. No tienen grandes efectos sobre el empleo y, por tanto, no implican pérdidas sustanciales de capital humano; no se trasladan a pérdidas muy extendidas entre las empresas que puedan implicar problemas generalizados de solvencia y, en consecuencia, no tienen graves repercusiones sobre la confianza empresarial.
Las pequeñas perturbaciones vistas desde la perspectiva de una sola empresa
Si hablamos de grandes empresas, estamos haciéndolo de proyectos sucesivos a gran escala cuyo desarrollo depende de un amplio conjunto de factores. Pensemos en la evolución de los procesos y metodologías de trabajo, de los productos, de las técnicas de comercialización, etcétera.
Por tanto, estamos hablando de organizaciones especialmente orientadas al futuro que no solo han de medir las consecuencias de pequeñas perturbaciones, sino que también han de saber trasladarlas a terceros (clientes, proveedores, inversores, la propia plantilla, autoridades reguladoras y otras partes implicadas).
Normalmente, cada proyecto depende en gran medida de la evolución temporal de un conjunto de variables. En el momento en el que se observan desviaciones sobre lo previsto, hay que realizar ajustes.
¿Qué es el caos a nivel empresarial?
En general, el caos implica que ante pequeños cambios en las condiciones iniciales se puedan observar grandes desviaciones en los resultados finales. Ello tiene importantes repercusiones empresariales, sobre todo cuando hablamos de proyectos muy complejos que dependen en buena medida del grado de acierto que se haya tenido al evaluar las condiciones de partidas del entorno exterior del negocio y de la situación interna de la propia organización.
Imaginemos que, en el punto de partida, una empresa se equivoca al valorar el rango en el que se puede mover una determinada variable. Si lo que finalmente se observa se sale de ese margen, es perfectamente posible que la capacidad para corregir en etapas posteriores del proyecto sea limitada.
Los efectos benéficos de la prudencia
Lanzar una revisión a la baja de las previsiones puede ayudar a las empresas a encarar mejor el futuro ante perturbaciones negativas. Muestra externamente que la empresa es capaz de analizar y prever posibles impactos y, sobre todo, permite visualizar mejor a los terceros cómo quedaría la organización ante un escenario negativo.
A partir de ahí, es factible alcanzar un mayor grado de implicación en los proyectos. Los terceros que han de colaborar en su consecución no solamente tienen dudas y preguntas, sino también respuestas.
En ese sentido, tienen mucha importancia los aspectos cualitativos del mensaje de advertencia de rebaja de previsiones. No solamente se trata de valorar el impacto en los resultados de la perturbación, sino también de advertir amenazas y debilidades y de aclarar cómo se pretende abordarlas.
En definitiva, la rebaja de previsiones forma parte natural de proceso adaptativo de la empresa ante cambios en su entorno y es una buena muestra de la flexibilidad que se posee para afrontar proyectos ambiciosos.